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  1. La situación que se ha generado recientemente con el retorno al continente de los transportistas procedentes del Reino Unido que, a consecuencia del efecto combinado de la inminencia del Brexit y la aparición de una mutación del CoVid, obligó a Francia a cerrar sus fronteras es algo probablemente no previsto en los escenarios habituales en el paso del Canal, sobre todo después de estar funcionando sin ningún tipo de problemas similares a partir de la puesta en funcionamiento del Eurotunel. Esto también ha ayudado a que los efectos hayan sido (aún no resueltos completamente) de una gran envergadura.
    Las reacciones de las autoridades británicas tal vez (“perhaps”, que dicen ellos) no hayan sido lo suficientemente rápidas y efectivas como para evitar muchos de los inconvenientes, desabastecimientos, y abandono en que se han visto inmersos los trabajadores del transporte de mercancías por carretera, naturalmente de todas las nacionalidades.
    La noticia de la intervención polaca, para mí desconocidas hasta leer el contenido de esta entrada, pone de relieve la efectividad de un país y de su gobierno atento no sólo a las necesidades de sus nacionales sino a las de todos quienes sufren el mismo problema; y por lo tanto es digna de encomio.
    España (¿o su gobierno?), tan atenta siempre a la prestación de ayuda a las calamidades internacionales (terremotos, inundaciones, y demás acaecimientos), no parece haber estado al nivel exigible por las circunstancias, máxime teniendo en cuenta que muchos de los afectados son transportistas nacionales, que con suma frecuencia e intensidad abastecen los mercados británicos.
    España (¿o su gobierno?), tan atenta siempre al desempeño de misiones internacionales de paz (Líbano, Mali, etc.), no parece haber estado al nivel exigible por las circunstancias cuando éstas han afectado a ciudadanos españoles, que además de las penalidades sufridas, en muchos casos ni siquiera pudieron pasar la Nochebuena y la Navidad con sus familias .
    No se trataba de rescatarlos, sino como ha hecho Polonia, minimizar los problemas.
    Hace unos años, comparando las ventajas que respecto de colectivos desfavorecidos gozan los inmigrantes ilegales (y en algunos casos legalizados) me decía: “No hay peor cosa que ser español”; lo cual en su contexto (únicamente en su contexto) comparto.
    ¡¡¡Bravo por Polonia!!!

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